Ayuda a tu bebé a desarollar su inteligencia
REPUBLICA DOMINICANA, SANTO DOMINGO, 30 de Noviembre. -Todos los niños están programados genéticamente para ser inteligentes. Se divierten aprendiendo. Desde el primer día. Y si los padres les apoyan, todo debería ir bien. Los recién nacidos se acabarán convirtiendo en los primeros de la clase. Pero antes de eso tienen ante sí un emocionante primer año de vida y un montón de etapas que superar.
La confianza hace libre… a la cabeza
La confianza es esa palabra mágica que hace que tanto los niños como los adultos sean capaces de dar lo mejor de sí mismos. La alegría de vivir y de aprender es algo natural en los bebés sanos. Lo que necesitan para desarrollar todo su potencial es seguridad.
Cuando los bebés perciben la cercanía y la protección constante de sus padres o de las personas que le cuidan, se sienten estimulados a descubrir y entender el mundo. Solo así se sienten seguros.
Sus pequeños cerebros trabajan de una forma especialmente efectiva cuando se sienten queridos y tranquilos. Cuando aprenden sin estrés ni ansiedad y asimilan toda la información que les ofrece el entorno. Los niños que tienen que ocuparse de comprobar que no están solos no tienen capacidad para procesar todos los descubrimientos que hacen en el día a día.
Vínculo fuerte con mamá y papá
Establecer una unión estrecha, un vínculo fuerte con papá y mamá, es fundamental para el desarrollo de cualquier niño, pero es mucho más importante durante los primeros doce meses.
¿Y cómo se establece ese vínculo seguro que hace crecer en el bebé la confianza en sí mismo? Cuando el niño se siente comprendido y ve sus necesidades de comida, calor, cariño y estímulos rápidamente satisfechas.
La naturaleza se ha encargado de que todos los padres sientan de una forma intuitiva lo que necesitan sus hijos. El vínculo se forma cuando los padres confían en esa intuición, en un intercambio con su bebé a través del contacto físico y visual y de las palabras.
El amor que los padres le dan a su hijo les es devuelto: cuando su bebé les sonríe, o cuando les dedica unos gorjeos de alegría al acariciarle y jugar con él. También al sentir que pueden calmar a su hijo cuando llora y al observar los pequeños progresos que hace en su desarrollo.
Aprender sin estrés
Desde el mismo momento del nacimiento, las neuronas del cerebro del bebé empiezan a empaparse de todas las señales e informaciones que les llegan a través de los sentidos. Intentan ordenarlas mientras se conectan unas a otras. Forman conexiones (sinapsis) y crean canales de comunicación.
Poco a poco surgen complicados patrones que permiten al niño reconocer relaciones y reglas complejas, extraer conclusiones lógicas y actuar en consecuencia. Cuanto mayores se hacen los niños, más estables se vuelven esos patrones.
Por ejemplo, un bebé de siete meses no tiene ningún problema para coger el oso de peluche que tiene delante, en el suelo. Un impulso sale de su cerebro y pone en marcha todo el proceso: estirar el brazo, abrir la mano, agarrar. Hace tres meses, ese mismo proceso le habría supuesto un esfuerzo enorme.
Las distintas regiones cerebrales van adquiriendo forma a gran velocidad. Durante los primeros meses se van creando nuevas conexiones para cada paso que exige el desarrollo del bebé. Y, para eso, el niño necesita sobre todo mucha calma y todos los estímulos que pueda procesar.
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