Ejemplo de solidaridad. Hermano y profesor Juan Bolívar Díaz

Manuel Díaz Aponte

Aquella imagen de ese joven abrazado al catolicismo que transmitía a sus hermanos menores el mensaje del señor, no la podemos olvidar. Corrían los finales de la década del cincuenta e inicio del sesenta, cuando Juan Bolívar era esperado con alegría en nuestro hogar del batey Alejandro Bass, localizado a 16 kilómetros de San Pedro de Macorís, para compartir con toda la familia la tradicional Noche Buena.

Nuestro difunto padre Juan Díaz Hernández (Don Nico) era el propietario de la principal bodega del batey, el cual junto al superintendente y el mayordomo conformaban la trilogía dominante en esa comunidad.

Don Nico, en la celebración del 24 de diciembre de cada año, sacrificaba dos cerdos que alimentaba con esmero, particularmente a base de maíz y afrecho. Uno era exclusivamente para el consumo de la familia y algunos invitados que acudían a nuestro hogar y el segundo para venderlo al público consumidor de la pulpería.

Ya en la mesa, previo a degustar los alimentos, Juan Bolívar ataviado con su bata roja de seminarista hacia la oración del Santo Rosario; llevaba sobre su pecho su inseparable rosario y un texto bíblico en las manos.

El joven Juan Bolívar estudiaba en el Seminario Pontificio Santo Tomás de Aquino, y se perfilaba como el primer y único sacerdote entre la familia, pero dificultades de salud impidieron continuar el ritmo forzoso de los estudios y más adelante el destino lo llevó a ingresar a la Escuela de Periodismo de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y posteriormente, en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, de México, donde obtuvo la licenciatura en periodismo.

Las muestras de solidaridad recibida por Juan Bolívar tras el lamentable accidente automovilístico que sufrió el pasado jueves 22 de agosto cuando su vehículo se deslizó próximo a Piedra Blanca, Bonao, en momento en que se dirigía a Santiago junto a su esposa, Ada Wiscovicht, a dictar una conferencia, reflejan el nivel del espacio social y respeto alcanzado durante casi medio siglo de una exitosa carrera profesional.

Días anteriores, el veterano comunicador y maestro de varias generaciones de periodistas, había recibido otra muestra de apoyo moral al tipo de periodismo que ha ejercido en más de cuatro décadas en la radio, televisión, docencia universitaria y en diversos diarios del país y colaboraciones internacionales.

Fue el Auditorio Manuel del Cabral de la Biblioteca Pedro Mir de la UASD, el escenario que congregó a personalidades de distintos sectores sociales.

En mi caso particular, debo admitir por primera vez de manera pública que “El Boli”, como cariñosamente en el entorno familiar se le identificó, siempre ha sido un ente solidario.

A saber, mi primera maquinilla mecánica me la regaló cuando cursaba el bachillerato en el liceo Gastón Fernando Deligne, de San Pedro de  Macorís.

Ya habiendo ingresado a la Escuela de Periodismo de la Universidad Central del Este (UCE), hacia 1974, mi hermano Juan Bolívar, me donó el libro: “Manual del Periodista”, de la autoría de Alfonso Valencia Ríos que trajo desde México al culminar sus estudios en esa nación latinoamericana.

Cuando él dirigía el diario El Sol, específicamente entre los años 1977-1978-1979, realicé pasantía en la redacción de ese matutino y posteriormente fui designado corresponsal en la Sultana del Este, devengando un salario mensual de 95 pesos.

En 1981, formé parte del equipo de periodistas fundadores de El Nuevo Diario, a instancia de Juan Bolívar, quien dirigió con entrega, sacrificio, profesionalismo y dedicación un hermoso proyecto periodístico alternativo único en el país hasta ese momento.

El Nuevo Diario se convirtió en mi escuela-práctica no tan sólo porque desde allí aprendí las instrucciones y sanos consejos de Juan Bolívar; el Padre Alberto Villaverde, Elsa Expósito, Ramón Colombo y Luis Minier Montero sino porque también desde su redacción, comienza mi proyección como periodista. Era uno de los más jóvenes del grupo, pero con deseos de superarme cada vez más.

Recuerdo las ocasiones en que Juan Bolívar me llamaba a su oficina para hacerme las correcciones de lugar en los textos que escribía, y yo observaba que lo hacía con esmero, entusiasmo y un sentido academicista bien marcado.

En ese periódico, cubrí varias fuentes entre ellas, el sector Sindical, Policía Nacional, Congreso Nacional, Salud Pública, Ayuntamiento del Distrito Nacional y finalmente, el Palacio Nacional.

El Nuevo Diario, bajo la conducción de Juan Bolívar, me permitió realizar un recorrido periodístico por diferentes zonas del país y mis primeros viajes al exterior que incluyeron Caracas, Venezuela, Taiwán y Quito, Ecuador. En este último país, para cubrir la Primera Conferencia Económica Latinoamericana, a la que asistieron diversos jefes de Estado y de Gobierno, entre ellos, el entonces presidente Salvador Jorge Blanco.

En la casa de Juan Bolívar viví por más de un año cuando realizaba la investigación de la tesis de grado que presentamos junto a Héctor Tineo en la Escuela de Periodismo de la UCE. Se trató de un relato sobre la Historia de la Prensa Escrita de San Pedro de Macorís, publicado por ese centro de estudios en el libro Anuario Científico número 6 del 1981.

La biblioteca del actual director de Prensa de Teleantillas y coordinador del Grupo de Comunicaciones Corripio, siempre estuvo a nuestra disposición.

Otro gesto de solidaridad de Juan Bolívar fue cuando me encontraba en Brasil por primera vez en 1990. Allí realizaba mi maestría con beca de la Fundación Konrad Adenauer, y ya en los finales del curso que se extendió por dos años, requería complementar un cuestionario para la presentación de mi tesis. Entonces, procedí a remitírselo habiendo recibido la respuesta en el momento preciso y así pude defender exitosamente mi investigación titulada: “Análisis Comparativo de la Televisión Pública de República Dominicana y Brasil. Estudio de caso: Radio Televisión Dominicana y TV-Cultura”.

En casa de Juan Bolívar, conocí a varias personalidades de la vida pública del país, entre ellos, al fallecido líder del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), José Francisco Peña Gómez; al legendario dirigente de izquierda, Rafael Chaljub Mejía, al ex presidente de la República, doctor Leonel Fernández Reyna y al difunto sacerdote y excelente maestro de la comunicación, Alberto Villaverde.

Finalmente,  Juan Bolívar siempre ha estado atento a sus hermanos paternos de San Pedro de Macorís y nunca ha olvidado sus raíces de aquel muchacho que salió de los bateyes de esta provincia para alcanzar un notable espacio social a base de esfuerzo, tenacidad y coherencia.

SANTO DOMINGO, 12  de Septiembre, 2013.

Por: Manuel Díaz Aponte

Mada239@hotmail.com

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