Más deforestación y más desigualdad, la Amazonía después del virus

TRAS LAS HUELLAS DIGITAL, BRASIL, 27 de mayo 2020. – Menos bosques, más desigualdad y delincuencia y un patrimonio cultural en riesgo. El coronavirus ha fortalecido los históricos enemigos de la Amazonía y ha entreabierto la puerta de un futuro sombrío en la región. Pese a todo, el optimismo prevalece en el mayor bosque tropical del planeta: “Seremos más solidarios”.

LOS INVASORES DE TIERRA NO HACEN CUARENTENA

El coronavirus ha interrumpido el trabajo de miles de moradores en la Amazonía, pero no ha conseguido frenar la destrucción de este paraíso medioambiental que se extiende sobre 7,4 millones de kilómetros cuadrados, repartidos en gran parte por Brasil, pero también en zonas de Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela.

“Los invasores de tierra ilegal no hacen cuarentena”, alerta a Efe Nurit Bensusan, coordinadora de Biodiversidad de la ong Instituto Socioambiental (ISA).

En plena crisis del coronavirus la motosierra sigue avanzando y la deforestación en la selva amazónica escaló un 64 % tan solo en abril de 2020, comparado con el mismo mes del año anterior. Los pronósticos son pesimistas ante la crisis económica que seguirá a la pandemia.

“En muchos casos, la ilegalidad en la Amazonía, como la minería ilegal o la deforestación, es una consecuencia de la falta de opciones. Las alternativas van a disminuir (tras la pandemia) y muchos se van a ver empujados a la ilegalidad”, asegura Bensusan.

Para la ecóloga, el presente ya se perfila “catastrófico” en la selva amazónica y el mañana, advierte, puede ser aún peor.

“Habrá un escenario con menos bosques, más desigualdad, con más delincuencia, más actividades ilegales y menos oportunidades para el ‘pueblo de la selva’”, presagia.

En esa línea alzó su voz el alcalde de Manaos, Arthur Virgilio Neto, quien ha lanzado un SOS a los países más desarrollados para salvar el principal “patrimonio” de Brasil, pues cree que la deforestación puede agravarse con la profunda recesión que llegará tras el coronavirus.

A su juicio, si los habitantes de Amazonas adolecen y pierden su renta “no tendrán otra alternativa” que explotar los recursos naturales del bosque, como defiende el presidente de Brasil, el ultraderechista Jair Bolsonaro.

Pero el verdadero problema no reside en los habitantes de la Amazonía y en la falta de oportunidades que el futuro les puede deparar, sino en el “avance del capital sobre la naturaleza”, opina el profesor de la Universidad Federal de Pará y presidente de la Sociedad Brasileña de Etnobiología y Etnoecología, Flavio Bezerra Barros.

El capital, advierte, “va a justificarse en el desempleo y en el derretimiento de la economía para avanzar en la explotación de los recursos naturales” y ello con el aval del presidente Bolsonaro, a quienes los ecologistas acusan de estimular la destrucción de la selva amazónica, incluso en la pandemia.

El propio ministro de Medio Ambiente de Brasil, Ricardo Salles, sugirió durante un consejo de ministros celebrado en abril modificar las leyes ambientales y agrícolas aprovechando la crisis del coronavirus, según consta en un polémico vídeo publicado el pasado viernes por orden del Tribunal Supremo.

“Para el ministro de Medio Ambiente, más de 20.000 muertos son una oportunidad”, denunciaron diversas organizaciones, entre ellas Greenpeace y WWF.

LA VULNERABILIDAD DE LOS GUARDIANES DEL BOSQUE

Desde que se registró el primer caso en Brasil, a finales de febrero, el virus avanza a paso lento en la Amazonía, donde sus habitantes son ajenos al bullicio de información generado en torno la nueva y aún desconocida enfermedad. El COVID-19 ya se ha adentrado en las aldeas indígenas y en algunas comunidades tradicionales de la región amazónica, como las que habitan la Ilha do Combu, un conjunto de 16 islas situadas en la bahía do Guajará, en el estado de Pará (norte).

Sus más de 30.000 habitantes viven en su mayoría de la pesca, la restauración y el cultivo de açaí, chocolate y castaña, paralizado ahora ante la fuerte caída de la demanda y la interrupción de la llegada de los turistas.

Son los llamados “povos da floresta” (pueblos del bosque), históricos guardianes de la naturaleza que ejercen de “resistencia” ante los invasores ilegales de tierra (“grileiros”), madereros y mineros que amenazan la región.

La presencia de estos grupos ha aumentado en los últimos años y se intensificó el año pasado, cuando la deforestación en la Amazonía aumentó un 85 %, su mayor nivel desde 2016. La destrucción de la selva sigue imparable y ni tan siquiera el coronavirus ha sido capaz de frenarla.