Opinión: Victor Bisonó

El tabaco como marca país

Hace unas semanas, en una de las tantas visitas que hago a sectores productivos del país, tuve la oportunidad de recorrer campos de tabaco y las fábricas donde se transforman en productos de consumo como los puros y el cigarrillo. Lo que vimos en ese lugar fue el reflejo de la industria tabacalera: empleos dignos, posicionamiento a nivel mundial y un aporte fiscal cuantioso para la economía que incluye RD$4,000 millones por el Impuesto Selectivo al Consumo y RD$ 12,000 millones para la economía en total. Esto permite contribuir a las arcas públicas como pocas industrias y darle al Estado dominicano recursos para invertir en sectores sensibles.
 
El actual gobierno del PLD parece no tomarle el peso. Peor aún, es una contradicción de parte del partido de Gobierno. Fiel reflejo de esto han sido las críticas de algunos funcionarios del oficialismo para justificar la venta de acciones de la Tabacalera Dominicana que posee el Estado, desde donde acusan al sector de afectar el erario público por el costo de las enfermedades derivadas del consumo excesivo de tabaco.
 
Efectivamente, el gran estado empresario de la Era de Trujillo e inmediatamente posterior se ha ido reduciendo para dar espacio a sectores privados que pueden llevar a cabo de manera más eficiente dichas labores sin interferencia de la política partidaria. Lo que nos llama poderosamente la atención es que la argumentación que se usa para esta operación esté basada en atacar a un sector tradicional que trae múltiples beneficios a nuestra Nación.
 
Pero si ahora han criticado el sector, en el 2012 lo defendieron enérgicamente, en el marco de una acción que se interpuso contra Australia ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) y la aprobación de una Ley de Empaquetado Genérico de los Productos del Tabaco. En esa oportunidad, el consenso y la frase era una: “la industria del tabaco constituye uno de los sectores de mayor exportación desde República Dominicana al resto del mundo”.
 
Los efectos del consumo de tabaco excesivo son conocidos, por medio de campañas del Estado y de empresas privadas, y el mensaje se tradujo en que el consumo desmedido de cualquier producto puede tener consecuencias. Esto, sin embargo, no debe significar un ataque directo a un sector cuyo aporte económico y empresarial trasciende cualquier crítica o consecuencia que es directa responsabilidad de quienes adquieren los productos.
 
Los números no mienten. La industria del tabaco aporta US$600 millones en divisas gracias a la exportación de tabaco en puros, mercado del cual los dominicanos podemos afirmar con orgullo, manejamos el 40% a nivel mundial y somos los números uno tanto en cigarros Premium hechos a mano como en cigarros mecanizados.
 
Los empleos son punto y aparte. Los cosecheros de tabaco para puros dominicanos llegan a 4,400, mientras que los trabajadores agrícolas suman 55,000. Los procesadores son 6,000, los empleados para elaborar puros a mano 17,000 y 8,000 los puestos de trabajo para puros a máquina, así como otros que elaboran las cajas, anillos y celofanes. En total, 108,000 empleos directos provenientes del sector tabacalero, es decir, un 3% de empleos a nivel nacional. Esto en regiones como la noroeste, deprimida económicamente con pocas fuentes de empleo.
 
En cuanto al tabaco rubio, son 7,500 puestos de trabajo para cosecheros en 50 fincas que cultivan más de 4,500 tareas, US$130 millones en inversión para la compra de tabaco y capacitación de cosecheros. Todo este aporte aun con el contrabando de cigarrillos que según estudios, se estima que representa alrededor de un 20% de la comercialización total.
 
La industria del tabaco y sus beneficios a la sociedad dominicana traspasan las fronteras del tiempo. Son a esta altura, una marca país de solidez corporativa, económica y fiscal, ligada a nuestra nación desde incluso antes de llegar los colonizadores que descubrieron el tabaco a través de los Taínos para quienes su consumo traía connotaciones de paz y unidad.
 
El gobierno, llamado a velar por el bienestar del país, en lugar de denostar uno de los principales productos de nuestra agricultura, una industria y los trabajadores que la componen, debe tener una vocación de trabajo e inclusión con un sector que tanto aporta a la República Dominicana.

 

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