El papa pide poner a los jóvenes al centro de la sociedad en misa en Mauricio

TRAS LAS HUELLAS DIGITAL, PORT LOUIS, 09 de septiembre, 2019. -El papa Francisco instó hoy a poner a los jóvenes al centro de la sociedad, en la misa que celebró ante miles de personas en el monumento a María Reina de la Paz en Port Louis, capital de Mauricio, donde transcurrirá apenas ocho horas.

Francisco llegó a la esta isla del Océano Índico desde Madagascar, donde regresará esta tarde, para mañana regresar a Roma y celebró una misa para decenas de miles de fieles que le recibieron agitando palmas en una iniciativa de la Iglesia local que ha prometido plantar 100.000 nuevos árboles.

En Mauricio, un país con una gran presencia de inmigración, existe una pacífica convivencia entre las varias confesiones donde cerca de la mitad de la población es hinduista, debido a la llegada de inmigrantes indios durante la dominación británica; los católicos representan el 28 % y los musulmanes el 18 %, mientras que también están presentes otras religiones tradicionales africanas.

A la misa que celebró Francisco asistieron representantes de las diferentes confesiones, informó el portavoz del gobierno, Praadep Goburdhone.

En su homilía, el pontífice recordó la figura del beato Jacques Laval, del que posteriormente visitará su tumba, misionero francés que llegó a la isla en 1841 y se ocupó de los más pobres y los indígenas y es muy venerado en el país incluso por los fieles de las otras religiones.

El pontífice argentino habló de la necesidad de renovación de la Iglesia, e hizo referencia “sobre todo a los jóvenes, quienes, con su vitalidad y entrega, pueden aportarle la belleza y frescura propia de la juventud cuando desafían a la comunidad cristiana”.

Y exhortó a “otorgarles un lugar al centro de nuestra comunidad y de nuestra sociedad”.

Lamentó que en Mauricio, “a pesar del crecimiento económico”, son “los jóvenes los que más sufren, ellos son quienes más padecen el desempleo que provoca no sólo un futuro incierto, sino que además les quita la posibilidad de sentirse actores privilegiados de la propia historia común”.

Y como en otras partes del mundo, también en la isla “un futuro incierto que los empuja fuera del camino y los obliga a escribir su vida al margen, dejándolos vulnerables y casi sin puntos de referencia ante las nuevas formas de esclavitud de este siglo XXI”.

“¡Ellos, nuestros jóvenes, son nuestra primera misión!”, exclamó Francisco que instó a la Iglesia a acercase a ellos “pero no de forma aséptica o lejana, sino aprendiendo a darles un lugar, conociendo “su lenguaje”, escuchando sus historias”.

Insistió ante los 100.000 fieles, según los organizadores, en la necesidad de que la Iglesia “no se deje robar a los jóvenes”.