Apoyo de Obama a diálogo con las FARC da un giro a la relación

Bogotá, 7 diciembre, 2013. (EFE).- El diálogo entre el Gobierno de Colombia y las FARC ha dado un vuelco a la relación de este país con Estados Unidos, y así se demostró durante el encuentro que mantuvieron los presidentes Juan Manuel Santos y Barack Obama el pasado martes, cuando éste último respaldó sin fisuras ese camino hacia la paz.

Desde finales de los años noventa, la agenda entre los Ejecutivos de los dos países ha estado marcada por una cooperación militar que llegó a su punto álgido a partir de 2001, cuando se implementó el Plan Colombia.

Por ese acuerdo, que firmaron los presidentes Andrés Pastrana (1998-2002) y Bill Clinton (1993-2001), pero que implementaron sus sucesores, Álvaro Uribe (2002-2010) y George W. Bush (2001-2009), Estados Unidos entregó a Colombia unos 8.000 millones de dólares en ocho años para la lucha contra la guerrilla y el narcotráfico.

El Plan Colombia se tradujo en una modernización sin precedentes de las Fuerzas Armadas del país suramericano y en importantes resultados militares en el campo de batalla contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Fueron años de guerra sin cuartel que dejaron varios millones de víctimas y desplazados forzosos, especialmente en las zonas rurales, pero también una mejora de la seguridad en las ciudades y una guerrilla diezmada que, tras la llegada al poder de Juan Manuel Santos, en 2010, aceptó negociar.

«El paso hacia la paz fue el correcto», expresó Obama tras recibir en la Casa Blanca a su homólogo colombiano, a quien felicitó por sus «audaces y valientes esfuerzos para lograr una paz duradera» mediante el diálogo con las FARC que ya ha cumplido un año en Cuba.

Obama dio de esta manera un respaldo frontal a un proceso que en Colombia rechazan las fuerzas más conservadoras lideradas por el expresidente Uribe, y por consiguiente alentó a Santos, quien hace sólo unos días anunció que se presentará en 2014 a la reelección.

Aún así, el inquilino de la Casa Blanca reconoció que esta negociación «no es fácil, hay muchos desafíos por delante», para después reconocer Santos que el apoyo de Obama y de la comunidad internacional será «decisivo» para que el proceso de paz sea exitoso.

Lo que evidenció el encuentro entre los dos mandatarios es que la agenda bilateral cambió radicalmente. Ya no está basada en la cooperación militar.

Ahora se centra en la economía, a raíz del Tratado de Libre Comercio (TLC) que entró en vigor el año pasado, y en el desarrollo social de Colombia en ámbitos como la transferencia de tecnología o la creación de una red de fibra óptica.

Esa agenda además pasaría por una colaboración en la implementación de los acuerdos finales que surjan del diálogo con las FARC. En definitiva, el gran reto.

EE.UU. tiene especial interés en los acuerdos que surjan sobre el problema de las drogas ilícitas y el narcotráfico, punto en el que están centrados en este momento los negociadores en La Habana.

Y es que las millonarias ayudas estadounidenses que ha recibido Colombia desde 2001 se han dirigido a combatir ese flagelo, que, según los dos países, ha sido la fuente de financiación de las FARC en su guerra contra el Estado durante las dos últimas décadas.

Estados Unidos pasaría así de surtir material militar e inteligencia, y de facilitar las fumigaciones con químicos sobre los cultivos ilícitos, a colaborar para que los productores y campesinos colombianos puedan comercializar sus productos, que ya no serían coca.

El presidente Santos está convencido de que «se van a tomar decisiones difíciles» y que el proceso de paz es «un desafío».

Por eso su empeño, según reconoce, es ser reelegido para acabar con una guerra que desangra al país desde hace casi 50 años y evitar que en las elecciones de 2014 gane una propuesta política que dé al traste con este arriesgado proceso de paz.

Obama también lo tiene claro, ya que de lograrse un acuerdo con la principal guerrilla colombiana se abrirían unas posibilidades inimaginables de cooperación económica y social en el que durante años ha sido el principal socio de Estados Unidos en Suramérica.

 

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