Tensión en Venezuela; Maduro con extrema seguridad
TRAS LAS HUELLAS DIGITAL, CARACAS, 07 de agosto, 2017. -En febrero de 1992 una intentona golpista buscó cumplir la promesa fallida de encarrilar el Estado y arrancar la pobreza de Venezuela, 25 años después la posibilidad de que un movimiento militar despierte para estremecer los cimientos de una nación atrapada en la crisis sigue latente.
Esta mañana, un movimiento de una veintena de hombres uniformados, varios de ellos civiles, asaltó un cuartel militar de blindados del Ejército, uno de los más importantes del país, y aunque fueron sofocados luego de haber entrado a la base, la idea del “golpe de Estado” renace en el vocabulario del venezolano.
El último golpe de Estado que se produjo en Venezuela fue en abril de 2002, y sacó brevemente del poder al fallecido presidente Hugo Chávez, para que un gobierno se instaurara en un fugaz periodo de tres días.
El anterior a ese fue cometido por el propio Chávez, en 1992, que entonces era un desconocido teniente coronel del Ejército, y aunque fracasó en la táctica, levantó las pasiones de sus partidarios que luego le convirtieron en presidente en una elección democrática.
Otros 10 alzamientos anteriores a estos, determinan el archivo de la frágil historia republicana y democrática de Venezuela.
Ahora, con un Parlamento opositor pero estéril, la fiscal general Luisa Ortega, beligerante pero destituida, y las protestas callejeras disminuidas y con un liderazgo atomizado, el sector que cree en la necesidad de un cambio de Gobierno vuelve a depositar sus esperanzas en un alzamiento militar.
El propio presidente del Parlamento, el opositor Julio Borges, ha hecho la misma petición enlatando la idea en distintos envases. No hace mucho sugería desde la Cámara que cualquier uniformado que decidiera revelarse al Gobierno para defender a los ciudadanos, sería perdonado por la historia.
Hace menos tiempo los mismos opositores promovieron una consulta ciudadana en la que le pedían a los venezolanos votar a tres preguntas, en una de ellas para pedir a la Fuerza Armada que se apartara del Gobierno, y se pusiera del lado del Parlamento, una forma de relación que no existe en la Constitución y que conduce a una vía de insurrección.
En Venezuela la Fuerza Armada tiene una connotación superior, los militares han permeado en casi todos los niveles de la sociedad y el Estado, dirigen buena parte de las carteras del Gabinete, las fronteras, la seguridad ciudadana, la alimentación, banca pública, gobernaciones, alcaldías, aduanas, puertos y aeropuertos.
Para el Ejecutivo es también fundamental pavonear el respaldo militar como un gesto de aprobación al Gobierno, pues el respaldo de las tropas indica una capacidad de maniobra y gobernabilidad a veces superior al que da el respaldo popular en las urnas.
Aunque gran parte del golpe se alimente del imaginario colectivo, no quiere decir que no esté ocurriendo nada dentro de la Fuerza Armada, que durante las últimas semanas ha detenido a varios oficiales por estar incursos en presuntos planes de insurrección, dos de ellos oficiales generales.
Dos exjefes de inteligencia y contrainteligencia se han vuelto cada vez más críticos al Gobierno, y en los últimos tres meses se reestructuraron todos los mandos militares, empezando por el propio general Vladimir Padrino, dejado al frente del Ministerio de Defensa, pero separado del mando estratégico.
Además se removieron los comandantes de la Guardia Nacional, Ejército, Aviación, la Armada, y las Milicias Bolivarianas, en sus puestos se han nombrado a generales con lealtades probadas en los últimos años.
Analistas del tema militar subrayan el hecho de que varios de los oficiales generales que se han distanciado del Gobierno de Maduro formen parte del grupo conocido como el 4F, que acompañó a Chávez en la fallida asonada del 4 de febrero de 1992.
No obstante uno de ellos, el mayor general Miguel Rodríguez Torres, exministro de interior y exjefe de Inteligencia, explicaba en un auditorio lleno de opositores que “cualquier ‘camino verde’ que se quiera imponer para salir de la crisis conduce a errores históricos”. EFE
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