Por: Rafael Núñez

Mercenarios en el banquillo

La edición «América» del periódico El País del pasado 3 de julio reveló la información (página 12, en Internacional) de que un juez federal conoce acusaciones contra los miembros de un convoy de cuatro jeeps de mercenarios de Blackwater, inculpados por haber disparado «sin pretexto alguno» a una multitud en una plaza de Bagdad, en Irak.

La noticia parece rutinaria que ocurriera en un país en guerra como Irak, pero no lo es. La matanza a mansalva sucedió el año 2007 contra 17 civiles, hecho que destapó el encausamiento ante los tribunales estadounidenses, y el destape de una cadena de impunidad que ha protegido a muchos de los miembros del ejército privado de mercenarios que operan bajo el nombre Blackwater, organizada como empresa privada por importantes figuras del gobierno de George Bush, a los fines de hacer la guerra no solo en ese país, sino en Afganistán, Somalia y en el Golfo.

El diario español dio cuenta de que «en el momento de los hechos, que se cobraron la vida de transeúntes en la concurrida rotonda de Nisour, en Bagdad, entre ellos un niño de nueve años, la firma estadounidense de mercenarios estaba subcontratada por el Departamento de Estado, por más de 1 mil millones de dólares para proteger a sus diplomáticos y gozaba de inmunidad legal en Irak.

En el mes de abril de 2013 comenté en esta columna el libro «Blackwater, el auge del ejército mercenario más poderoso del mundo», escrito por el periodista norteamericano Jeremy Scahill, que denuncia cómo el ex jefe del Departamento de Estado, Donald Rumsfeld, puso en práctica el plan de «un nuevo modelo para privatizar la guerra» con el alegado fin de «desburocratizar el Pentágono».

Esa estrategia de la nueva política del Pentágono de privatizar las acciones encubiertas, en la utilización de armamentos sofisticados y en el uso intenso de las fuerzas especiales y los contratistas militares, no es de la sola autoría de Rumsfeld. El plan terminó conociéndose, dice el periodista autor del libro, como «Doctrina Rumsfeld», cuya intención fue definida en un artículo del ex funcionario de la administración Bush con el título «Transforming the Military (La Transformación del Ejército). Pero hay otros dueños de esa idea: Dick Cheney, exvicepresidente de Estados Unidos; Paul Wolfowitz, exsubsecretario del Departamento de Defensa y expresidente del Banco Mundial.

El proyecto de que una compañía privada pasara a ejercer el rol que le corresponde al Ejército norteamericano, es originalmente de Al Clark, un ex SEAL, instructor por once años acerca del manejo de armas de fuego en esa unidad. Con esos fines se crea una compañía privada, representada por un religioso conservador y financiador de las campañas republicanas, Erik Prince, quien se encargó de hacer una realidad que las operaciones especiales para sustituir al ejército de los Estados Unidos en las últimas guerras contra el terrorismo, fueran ejecutadas por mercenarios de Blackwater. No solo fue un invento de Rumsfeld crear la empresa mediante la cual se iban a destinar cientos de millones de dólares.

Willian Kristo, un activista neoconservador, es el creador del «Proyecto para un Nuevo Siglo Estadounidense, conocido con el nombre en inglés de Project for a New American Century, PNAC, grupo que desde su creación en 1997, presionó al entonces presidente Bill Clinton para que forzara un cambio de gobierno en Irak, según la publicación.

Todos estos planes son parte de una misión de la guerra como una industria próspera de la cual se benefician connotadas figuras del ala conservadora de la política norteamericana.

Es ese ejército privado de mercenarios que ha provocado muertes de civiles, la mayoría de las cuales quedan impunes, en los países donde Blackwater ha encabezado operaciones militares especiales.

De acuerdo con las informaciones publicadas por El País, la masacre contra civiles el 16 de septiembre de 2007 por parte de mercenarios, la mayoría exmiembros de fuerzas especiales estadounidenses, y en menor medida de otros países, se produjo en un momento donde en Irak había cerca de 25 mil agentes de «seguridad» de Blackwater, que cambió el nombre por Academi antes de fusionarse con Triple Canopy, otra empresa similar de seguridad privada, fundada en Chicago pero con sede en Virginia.

La masacre en Bagdad indignó al gobierno iraquí, aliado de los Estados Unidos, por lo que el FBI tomó el caso y determinó que 14 de los 17 civiles murieron por los disparos de un convoy de cuatro jeeps de Blackwater, que escoltaba a unos diplomáticos tras el estallido de un coche bomba en una zona cercana al lugar donde estaban.

Una cantidad apreciable de ciudadanos iraquíes viajará a Estados Unidos como testigos en el tribunal de aquella acción reprochable, que no es la única y cuyos responsables materiales son esos mercenarios de Blackwater, pero que estoy seguro que quienes prohijaron ese proyecto duermen sus canas tranquilos en casas de campo privadas.

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